jueves, agosto 06, 2009

El amor fou y lo que queda de Caos.

El amor fou no es una Democracia Social, no es un Parlamento de Dos. Las actas de sus reuniones secretas tratan de significados demasiado enormes aunque demasiado precisos para la prosa. Ni esto, ni aquello -su Libro de Emblemas tiembla en tus manos.

Naturalmente se caga en los maestros de escuela y la policía, pero se burla de ideólogos y liberacionistas también -no es una habitación limpia y bien iluminada-. Un charlatán topológico proyectó sus pasillos y parques abandonados, su decoración emboscada de negro luminoso y rojo maníaco membranoso.

Cada uno de nosotros es dueño de la m
itad del mapa; como dos potentados del renacimiento definimos una nueva cultura con nuestra mezcla anatema de cuerpos, con nuestra emulsión de fluidos -las junturas Imaginarias de nuestra Ciudad-estado se desdibujan en nuestro sudor.

El anarquismo ontológico nunca volvió de su última excursión de pesca. Mientras nadie se chive al FBI, a CAOS le importa poco el futuro de nuestra civilización. El amour fou sólo se cría por accidente -su objetivo principal es la ingestión de la Galaxia. Una conspiración para la transmutación.




Despojarse de todos los derechos y dudas ilusorias de la historia exige la economía de una legendaria edad de piedra; chamanes y no curas, bardos y no señores, cazadores no policías, recolectores de pereza paleolítica, dulces como la sangre, van desnudos como un signo o pintados como pájaros, en equilibrio sobre la ola de la presencia explícita, sobre el ahora y siempre sin relojes.

Los agentes del caos dirigen candentes miradas a cualquiera que sea capaz de atestiguar su condición, su fiebre de lux et voluptas. Sólo estoy despierto en lo que amo y deseo hasta el punto del terror; todo lo demás no es sino mobiliario amortajado, anestesia cotidiana, cagadas mentales, aburrimiento subreptil de los regímenes totalitarios, censura banal y dolor inútil.

Los Avatares del caos hacen de espías, saboteadores criminales del amour fou, ni altruistas ni egoístas, accesibles como niños, con los modales de los bárbaros, excoriados de obsesiones, en el paro, sensualmente perturbados, ángeles-lobo, espejos de contemplación, ojos como flores, piratas de todo signo y sentido.

Aquí estamos arrastrándonos por las grietas entre las paredes de la iglesia estado escuela y fábrica, todos los monolitos paranoicos. Separados de la tribu por una nostalgia feraz escarbamos túneles tras las palabras perdidas, las bombas imaginarias.


El último acto posible es la que define la propia percepción, un cordón de oro invisible que nos conecta: baile ilegal en los pasillos del juzgado. Si hubiera de besarte aquí lo llamarían un acto de terrorismo; así es que llevémonos las pistolas a la cama y despertemos a la ciudad a medianoche como bandidos borrachos celebrando con andanadas, el mensaje del sabor del caos.

Las palabras pertenecen al que las usa sólo hasta que otro las vuelve a robar.

Hakim Bey.